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La rubia caminaba de un extremo a otro de la habitación. ¿¡Cómo era posible que no tuviese absolutamente nada que hacer!? Era terriblemente estresante, y para acabar el tiempo parecía estar estancado en la misma hora. El día se le estaba haciendo eterno, parecía que en lugar de unas horas hubiesen pasado varios días. Horrible. No soportaba no hacer nada, necesitaba movimiento, o, simplemente, algo para hacer, pues de no ser así se acabaría por volver loca. Sacó toda su ropa, y demás objetos, del gran armario que ocupaba una parte habitación, y se dedicó a colocarla de nuevo, por colores y temporadas. La ropa, o más bien la moda y las tendencias, jamás habían ido mucho con su forma de ser, pero el aburrimiento era más poderoso que su propia cabeza y la había llevado a esto. Pero todo lo que empieza, acaba, y esto, no iba a ser menos. Suspiró y se tumbó sobre la cama, apoyando las manos sobre su cintura.

Por un momento pensó en ir a dar un paseo, o tal vez correr por los alrededores del instituto, pero la lluvia logró que desechase esa idea tan pronto como apareció en su mente. Finalmente, se levantó para coger uno de sus libros y acto seguido se recostó de nuevo sobre la cama. Total, a falta de pan, buenas son tortas. ¿No?

La temperatura había decendido rápidamente, haciendo que la mayoría de los planes para Liam se vieran aplazados cuando las primeras gotas de lluvia se precipitaron. Tenía planeado salir a caminar un poco por las calles de la ciudad pero eso parecía imposible por ahora. Ninguna de las actividades de los demás muchachos de Instituto se le antojaban, así que optó por vagar un poco por los pasillos en busca de algo interesante que hacer.
Todos se encontraban dentro de sus habitaciones, descanzado de la larga semana que habían pasado. Liam ya había decidido meterse en su habitación al igual que los demás cuando paso junto a una habitación que mantenía la puerta entreabierta. Un sonrisa de curiosidad atraveso su rostro antes de acercarse a la puerta y asomarse a su interior.
Una chica rubia daba vueltas por su habitación de un extremo a otro. Parecía aburrida. Un extraño sentimiento de satisfacción atraveso el cuerpo del chico ya que podría haber encontrado algo que hacer en este día tan peculiar.
Se recargó en el marco de la puerta, observando como la rubia seguía dando vueltas alrededor de su habitación y se tumbaba en su cama sin siquiera percatarse de su presencia.
El muchacho, digno de una gran curiosidad, no se movió de su lugar ni apartó la vista de la rubia tumbada en la cama. Mientras ella se decidía a tomar un libro y volvía a tumbarse a leer sobre el comodo colchón, Liam tocó un par de veces la puerta y esbozo una amplía sonrisa. - ¿Se puede? - preguntó a la chica con mirada curiosa, señalando el interior de la habitación con la mirada.

Sin lugar a dudas la lectura había sido una buena opción para la rubia, siempre le había gustado leer, y no habían sido pocas las noches que había pasado frente a un libro en lugar de caer bajo el poder de Morfeo. Mas desde que había puesto un pie en el instituto su tiempo libre había sido reducido considerablemente, algo que, en parte, le molestaba, pues para ella no todo era, ni mucho menos, ir tras un demonio que lo único que hacía era reírse a su costa, es más, había vivido quince años sin tener ni la más mínima idea de que ese mundo, que ahora era el suyo, existía, ni tan siquiera se le habría pasado por la cabeza imaginarlo ya que, además, no era una fanática de la fantasía.

No si cierta parsimonia en sus movimientos pasó de página. Sonrió. Había leído esa escena mil y una veces, incluso hubo un tiempo en el que podía recitarla de memoria. Estaba tan concentrada en la lectura que no se había dado cuenta de que ya no estaba sola. Dirigió la mirada hacia la puerta, donde, apoyado sobre el marco de esta, se encontraba un chico. Se lo había cruzado varias veces, pero aún no había tenido la oportunidad de hablar con él. Se encogió de hombros. – Claro, pasa. – Respondió, cualquier compañía era mejor que el silencio y, por otro lado, era una forma de comenzar a conocer a sus compañeros ¿no?.

Le dedicó una gran sonrisa a la rubia nuevamente, mientras se pasaba la mano por los cabellos despeinandose distraídamente. Comenzó a caminar al interior de la habitación con su porte relajado y sigiloso, como si fuera una sombra. Se detuvo frente a ella, esperando que ella lo invitara a tomar haciento, después de todo, aunque perteneciera a un familia llena de despreciables cucarachas, el sabía comportarse, era la esepción a esa regla.
Liam observó el libro que la chica traía en las manos y lo contempló un momento antes de señalarlo con la barbilla. -¿Que estas leyendo? - preguntó curioso, interesado en saber que era lo que le gustaba leer a esta chica rubia, que al parecer era muy hermosa. Liam era demaciado curioso, bastante para ser franco, y si algo le interesaba no se dentedría hasta saber todo lo que quería sobre aquel interes. En este momento, su interes se encontraba frente a sus ojos, sentada en una cama, con un libro entre las manos.
Estaba aburrido, momentaneamente solo ya que no conocía mucha gente del instituto y cuando menos lo esperaba se le había presentado la oportunidad de una muy grata compañía. No todos los días tenía la oportunidad de conocer a alguien nuevo en el instituto, por lo general todos estaban en sus cosas, cazando algún repudiado que hubiera salido por ahí, o simplemente encerrados en sus habitaciones, relajandose.
- Soy Hogan, William Hogan.- se presentó amablemente el muchacho a ella, teniendole la mano, aún esperando su respuesta.

El joven le dedicó una de sus mejores sonrisas y tomo aciento en la orilla de la cama quedando de frente hacia la rubia. Contempló su rostro por unos segundos, deteniendose un largo instante en sus ojos, explorando sus sentimientos cuidadosamente. - ¿Otelo? - repitió el chico, alzando amabas cejas sorprendido. - Así que te agradan las historias de tragedia. - Liam guardó silencio unos minutos, volviendo a clavar su mirada en sus ojos. Debía de haber una buena razón para que la rubia gustara de leer ese tipo de historias, algo tal vez en su pasado. Como era su naturalidad, Liam estaría empeñado en descubrir que era lo que pasaba detrás de sus sentimientos, por entre sus pensamientos, y encontraría la razón por el gusto hacia ese clase de novelas. - Interesante.

Las gotas de la lluvia contra la ventana se escuchaban por todo el Instituto y se había vuelto un tanto más frío. A Liam le agradaba ese sonido del agua contra los vidrios y la sensación de la frescura entre las paredes. - Perséfone, un placer. - estrechó su mano con la hermosa chica que se encontraba frente a él en la cama. - No es muy común tu nombre, ¿de donde vienes?